This paper takes cycling activism in Bogotá (Colombia) as a point of departure to conceptualise the right to the mobile city. Mobility is a key site of intervention for claiming the right to the city, but has so far only been considered in terms of a...
This paper takes cycling activism in Bogotá (Colombia) as a point of departure to conceptualise the right to the mobile city. Mobility is a key site of intervention for claiming the right to the city, but has so far only been considered in terms of access to the city. Such a reading obscures the ways in which mobile practices themselves can be exercises in participation, appropriation, and management of urban space. In examining biketivists’ playful mobilities, I emphasise the centrality of mobility in the production of the city. Foregrounding play as a means to assert use value over exchange value in the city allows for a non‐utilitarian understanding of mobility and a reconceptualisation of the right to mobility along Lefebvrian lines. However, playful practices can also produce spaces of exclusion, and nuance is necessary to avoid totalising accounts of cycling politics.
Este ensayo toma como punto de partida el activismo en torno a la bicicleta en Bogotá (Colombia) para conceptualiser el derecho a la ciudad en movimiento. La movilidad es un ámbito clave para reclamar el derecho a la ciudad, pero hasta el momento ha predominado una lectura que privilegia el acceso a la ciudad. Así, se dificulta ver de qué manera las prácticas de movilidad en sí mismas pueden ser ejercicios de participación, apropiación y autogestión del espacio urbano. Haciendo énfasis en la movilidad gozosa, rescato la importancia de la movilidad en la producción de la ciudad: el juego ofrece la oportunidad de afirmar el valor de uso por encima del valor de cambio en la ciudad, y nos permite ir más allá de una lectura utilitaria de la movilidad. De esta forma, propongo articular el derecho a la movilidad bajo una mirada más lefebvriana. No obstante, las prácticas juguetonas también pueden producir espacios de exclusión, por lo que debemos tener cuidado de no plantear las políticas del ciclismo en términos absolutos.